Hola, les dejo un cuento que habla un poco de lo que nos está pasando hoy en día espero que les guste...
¿Y los sueños?
‘Hoy es el día’, pensaba Eduardo mientras se levantaba.
Siempre, el día 5 del mes de diciembre de cada año, se anunciaba en su trabajo quienes serían ascendidos.
Obviamente él consideraba que merecía un ascenso pero, ¿era realmente así?
Si volvemos un poco para atrás en la vida de Eduardo, él se había graduado de la facultad nacional de la plata como ingeniero industrial y con las mejores calificaciones.
Si lo vemos desde ese lado es cantado que tiene que recibir un mejor puesto, que el de secretario.
Para él lo indicado es un gerente pero cada vez que habla dice que con un puesto de subgerente se puede llegar a conformar.
Ahora bien, si nos ponemos a analizar con prolijidad la situación tenemos a un excelente ingeniero industrial, con muy buen promedio, con una tesis final deslumbrante y trabajando de secretario.
Pero, ¿cómo es Eduardo en su trabajo?
Sus compañeros lo llaman el mala onda, el gruñón.
A este personaje no se le puede dirigir la palabra antes de las 9 de la mañana excepto que uno quiera discutir; jamás comparte nada, ni el café, ni las galletitas, ni el mate; nunca se lo vio ayudar a un compañero con algún trabajo, el es de los que piensan que si hacen algo todo el mérito debe ser para su persona y de la otra forma sería “merito compartido”; está siempre trabajando para conseguir un puesto mejor, pero de tanto que trabaja ni llama a la familia para saber como andan o si necesitan algo; sus amigos se cansaron ya de invitarlo a las reuniones y que siempre conteste ‘no tengo mucho trabajo, gracias’ ya lo toman como un tema personal.
En fin más o menos así se lo puede definir.
Imaginemos que es ascendido al puesto de gerente cómo él desea…
Si alrededor de las 8 de la mañana surge algún problema en la empresa, ¿a quién se llama para no discutir y solucionarlo?; si falta café o yerba o los empleados quieren salir a comer algo al mediodía, ¿se los permitirá?; si tienen algún problema familiar y tienen que a mitad de la mañana salir corriendo a un hospital para ayudar a alguien, ¿cómo hacen para decirle a esta persona que hace meses que no habla con un familiar?
Creo yo, y me imagino que ustedes piensan igual que con un jefe así no se podría trabajar en armonía.
Pero Eduardo no es mala persona. Él siempre soñó con tener un buen trabajo para poder después formar una familia y darle todo lo que necesite; lo que pasó es que se olvidó que para poder hacerlo no tenía que perder nunca su objetivo.
Ahora su objetivo es la plata, la ambición se apoderó de él y de sus sueños, de las metas que se había puesto desde chico.
No se dio cuenta que ya tiene 30 años, que sueña con un puesto de gerente para tener más plata y que olvidó a aquella familia que quería formar, a esa mujer que quería consentir, a esos hijos que les quería brindar una excelente educación.
Con todo esto sólo quiero hacer un llamado a la solidaridad para que encuentren a esas personas soñadoras que fueron devoradas por las ambiciosas, a esos sueños que fueron destruidos por la plata.
Sé que con plata se consigue mucho y es muy necesaria en la vida pero no lo es todo.
Si bien podés pagar una buenísima obra social para curarte de enfermedades o podés distraer tu mente con miles de electrodomésticos o unas buenas vacaciones, disfrutar eso solo no tiene mucho sentido.
La gente puede estar con vos por la plata, pero si te pasa algo, si los necesitas, ¿están?
¿Tenés derecho a olvidarte de tu familia que te brindó todo para que puedas ser lo que hoy sos?
Naa. Definitivamente no.
Maria Emilia Rocca.
